Son la versión 2.0 de las agencias matrimoniales clásicas, pero las cosas han cambiado bastante desde los años 70. Sus usuarios tienen menos vergüenza, muchas ganas de conocer a gente y, lo más importante, conexión a Internet. Ligar a través de la Red sale barato (en algunos casos es gratis, en otros cuesta unos 30 euros al mes), así que estas empresas están ganando con la crisis: la gente sale menos y se conecta más.
Concretamente, sus visitas aumentaron un 32%en 2008, según un análisis de Nielsen. Ahora, el proceso es más íntimo que nunca, tanto que se hace sin salir de casa. Y el tabú en torno a este sistema para buscar pareja es cada vez menor, en parte gracias al auge de las redes sociales.
El negocio del amor online movió en Europa 243 millones de euros en 2006, según datos de Jupiter Research, y se estima que en 2011 los ingresos alcancen los 550 millones. Estados Unidos, siempre por delante, facturó 492 millones en 2006. En España, la mayor parte de la tarta se la lleva Meetic, con más de seis millones de usuarios registrados. La siguen Match (cinco millones), Friendscout, Be2 y Parship.
Por curiosidad
Dedeç es el nombre en clave con el que una madrileña de 50 años se registró en Meetic en 2004. No buscaba una relación estable; de hecho, se autoproclama alérgica al matrimonio. “Me metí por curiosidad. Trabajo como relaciones públicas y conozco a mucha gente, pero casi toda de mi mismo círculo. Quería conocer algo distinto”. Colgó tres fotos y empezó a recibir visitas. “Puse un anuncio muy escueto. Quería gente culta, inteligente. Ni señores casados ni niñatos”. Era exigente. “Prácticamente no contestaba a nadie y en todo este tiempo he quedado con 10 personas”.
La última de ellas es la definitiva, añade. Hace meses recibió un email de un divorciado del que se ha enamorado. Están viviendo juntos y juntos celebrarán San Valentín.
El público principal de estas páginas son personas de entre 30 y 45 años, muchas de ellas divorciadas que buscan una segunda oportunidad. Dedeç, que tiene una hija de 22 años, reconoce que en Meetic encontró “mucha gente desesperada por encontrar pareja o en busca de sexo, pero no más de la que encuentras en cualquier bar, al fin y al cabo”.
Alicia, de 43 años y con una hija pequeña, entró en Match.com el pasado noviembre. “Lo probé como una aventura, porque mi vida consistía en trabajar y darle la merienda a mi niña. Me sentía muy limitada. No me veía con ganas de hacer lo mismo que con 25 años, pero sí de encontrar a alguien, y en una ciudad tan grande como Madrid es difícil”. Hizo una criba por nivel de estudios, edad, ciudad… Y ya está saliendo con uno de los candidatos.
Veinteañeros ‘enganchados’
Si el anterior grupo lo componen los mayores de 40, la otra gran banda de ligones online la forman los que podrían ser sus hijos: los jóvenes de entre 14 y 23 años.
La doctora en Psicología Carmen Valle, profesora en la Universidad San Pablo-CEU, explica los perjuicios del chat, que usan muchos de ellos: “No es una socialización normal. No hay un cara a cara, se puede manipular la realidad. Se llama noviazgo a algo que no lo es y da la impresión de que tener una relación es muy sencillo; cuando no quieres hablar cierras una ventana en la pantalla y listo”.
Valle explica que por culpa de las ciberrelaciones “muchos chicos no saben exponer sus ideas, argumentar. Y les cuesta más ponerse en el lugar del otro, comprender lo que sienten los demás”. También le alarma que “en un reciente sondeo realizado por un compañero, tres de cada 100 jóvenes confesaron que prefieren las relaciones sexuales en Internet a las reales”.
¿Ha muerto el romanticismo?
Los más jóvenes prefieren relacionarse a través de la Red. Los mayores acuden a web para enamorarse. ¿Dónde quedó aquello del amor por casualidad, del encuentro fortuito? Según fuentes de Match, “no creemos que ésta sea la forma de conocer a gente, sino un complemento a la interacción personal”.
Según Carmen Valle, las web de contactos fomentan la ley del mínimo esfuerzo: “La filosofía es la de ya me encontrarán a alguien, que busquen por mí, yo no voy a molestarme en buscar en mi entorno”. El lado bueno de estas páginas es, señala esta profesora, que “antes era terrible ser una solterona, pero hoy en día la existencia de estas redes implica que no pasa nada si a los 50 no se tiene pareja”.
Vía | EcoDiario