Todas nuestras experiencias nos marcan. Una experiencia agradable convertirá por asociación al contexto donde se desarrolló en agradable. Pasar por esa cafetería donde te reiste tanto en tu última visita con tu amiga y experimentar una breve alegría recordando es un buen ejemplo de ello. Continuando con esta lógica pero en sentido contrario, es lógico experimentar malestar al pasar por el sitio donde discutimos con nuestro mejor amigo o al ver a alguien que físicamente se parezca a esa persona que nos ha hecho daño.
Sin duda, el terreno de las emociones negativas es la zona de recreo donde se cobija la complejidad de nuestra condición humana para dar rienda suelta a todas sus artimañas y autoengaños con el objetivo alejarnos del dolor y acercarnos a la felicidad que anhelamos. No obstante, tras este noble propósito se esconde cualquier tipo de truco, podriamos decir que “el fin justifica los medios”. Si el fin es ser felices, el medio para lograrlo puede ser cualquiera, incluido el creer que alguien es bueno porque no es “malo conocido”.
Con esta reflexión quiero liberar la siguiente idea: “El hecho de no parecernos a algo que sabemos que es malo no nos convierte directamente en buenos para nadie”. Una persona sabe los motivos que sabotearon sus relaciones pero a todos nos queda una impresión de esa persona con la que compartimos nuestro tiempo. Si esa impresión es mala (justificando la ruptura) tendemos a asociar como negativas las cualidades que forman esa impresión y, por extensión, identificaremos como negativas esas mismas cualidades cuando las muestren otras personas.
¿La trampa cuál sería aquí? Asociar directamente como buenas a aquellas personas que no tienen como característica ninguna de las malas que ya hemos identificado en relaciones anteriores. Dicho de otro modo todo esto se traduce en el siguiente diálogo mental:
“Esta persona me conviene porque no se parece en nada a mi última pareja, con la que no tuve más que sufrimiento”
Este planteamiento es la clave que facilita el inicio de muchas relaciones, ya que coloca a la persona en la que nos fijamos no en el punto de salida sino varios puestos por delante de sus competidores por el mero hecho de no parecerse a aquello tan malo que conocimos un buen día. Esta ventaja inicial para la “persona candidata” se tornará en ventaja real o una rápida pérdida de posiciones en función de la afinidad entre ambos.
No obstante, he aquí el problema de fondo, incluso aunque la relación funcione correctamente, su inicio se ha fundamentado no en el conocimiento del candidato/pretendiente como persona a un nivel global sino por presentar características contrarias a antiguos compañeros sentimentales que al final se traducen en parcelas muy específicas como, por ejemplo, dar cariño, empatía, hacer reír, etc.
¿No es esto un autoengaño? ¿No es esto una forma de engañar a otra persona? No os gusta otra persona como un conjunto sino porque en rasgos específicos no es de otro modo. ¿Acaso cualquiera de nosotros no somos un rasgo de características similares o diferentes según nuestras experiencias, c ircunstancias, etc.? ¿Acaso no es desesperado acercarte a alguien por lo que no es? ¿Acaso no es una mentira? ¿Acaso no es la opción de querer ver lo que me interesa únicamente?
Entrada patrocinada por: LNV EN ENTREVISTAS DE TRABAJO
Execelente artículo…estoy completamente de acuerdo…
Muchas gracias Dorys. Me alegro de que te guste.
El engaño del enamoramiento… solo una sombra chinesca
Hay muchos tipos de amor. Desde luego, algunos son más fiables que otros. Un saludo Iván.
De nuevo gracias, por que cada vez que leo este artículo me pone en una perspectiva mas clara.
Iván, gracias a ti por leerlo y sintonizar con el espíritu del artículo.