El fenómeno de enfermar por no tener un motivo para estar bien

Resulta paradójico ver cómo una persona se conforma estando mal. No es algo lógico aplicando la lógica (a veces ilógica) de una sociedad que trata de aparentar bienestar y, en el mejor de los casos, experimentarlo. No es algo que se pueda explicar salvo que se adopte el prisma de “no voy a estar bien nunca”.

ADAPTACIÓN A SENTIRSE MAL

Me he cruzado a menudo con casos de personas que piden ayuda pero no desean lo que esa ayuda conlleva: una mejora. Es especialmente visible en casos de personas que definen su proceso de malestar como algo crónico, tan alargado en el tiempo que es parte de su vida. En la mayoría de los casos no es sólo parte sino que define sus vidas. El malestar es el rasgo distintivo que da sentido a todo.

Si las circunstancias son adversas, estar mal o sentirme mal es la pieza que encaja perfectamente en ese puzzle que una vez completo transmite el mensaje “No voy a estar bien nunca”. Aunque una persona se sienta mal, si todo está en sintonía para vivir el malestar como un proceso de adaptación coherente (“no me queda otra opción que estar mal”) ese proceso se entenderá como algo vital. Tan necesario como el oxígeno para respirar.

Si a una persona la privamos de oxígeno morirá en cuestión de minutos. Si a una persona que entiende que “no voy a estar bien nunca” le robamos su creencia de que el malestar puede remitir la aterrorizamos. Ese miedo a salir de la celda en la que uno lleva preso tanto tiempo es lo que hace que, aunque la cerradura no esté echada ni siquiera intentemos salir. Asumimos lo que hay como algo irreversible cuando realmente lo asumimos como algo a lo que estamos perfectamente adaptados. Salir de esa adaptación es garantía de estresarnos por el miedo a lo desconocido, volver a replantearnos si seremos capaces de hacer frente a un nuevo día a día con nuevas exigencias y, sobre todo, experimentar el miedo más profundo por sentir esperanza y a continuación decepción teñida de una más profunda sintomatología depresiva.

UN MOTIVO QUE PONGA EL MECANISMO EN MARCHA

Entendiendo este proceso como lo que es, lo único que puede revertirlo es tener un motivo al que aferrarse para salir adelante. En muchas ocasiones esos motivos son los hijos. Históricamente, este proceso se ha observado en los campos de concentración nazis. Las personas apresadas que antes morían eran quienes no tenían hijos o familia a la que poder ver algún día. Las madres eran quienes más resistían en esas condiciones infrahumanas. El motivo era muy importante: sus hijos dependían de ella. No podía fallar a sus hijos.

Dando un salto histórico existen casos de “muerte por amor”. Por ejemplo, un ser querido fallece y al poco tiempo alguien que estaba muy apegado a ella. En España me viene a la memoria la muerte de Lola Flores y a los pocos meses la de su hijo Antonio, quien sin su madre decidió quitarse con una sobredosis que su organismo no puedo soportar. Matrimonios de ancianos donde una parte de la pareja muere y quien queda, solo y sin ánimo, muere por causas naturales al poco tiempo. Morir de amor.

A las personas que quieren salir de su enfermedad siempre les hago la misma pregunta: ¿Cuál es tu motivo? Con el paso del tiempo, tras haber trabajo con muchas personas, rápidamente logro identificar a quien tiene un motivo para luchar de quien tiene un motivo para estar triste. Son conceptos totalmente distintos.

Si tienes un motivo para luchar harás lo necesario para salir adelante, darás ese salto de fe que necesitas para ponerte en manos de un terapeuta que te guíe hasta que tú encuentres la salida.

Si, por desgracia, tienes un motivo para estar mal si buscas ayuda te saciarás en cuanto encuentres un compañero de penas con quien desahogarte periódicamente y sabotearás cualquier intento de ir más allá y avanzar en tu proceso, de cambiar tu visión del mundo como un sitio donde puedes estar mejor de lo que te sientes a día de hoy.

NO TRABAJO CON PERSONAS SIN MOTIVOS

No trabajo con personas que no tienen un motivo. No creo que eso sea algo que ayude. No quiero ser un cómplice en el proceso de autocastigo de nadie. No quiero ser un ladrillo más que forme parte de esa construcción carcelaria del mundo que se han hecho. No me he formado en terapia para hacer que las personas se sientan lo más cómodas posibles siendo totalmente infelices. Mi meta es contribuir al bienestar, no facilitar vivir mal.

Preparación Mental

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