Sandra Cerro: Si no hay sendero ha de hacerse

Faima corre por el sendero que surge del interior del bosque de Chinillas hasta la casa de las Mariposas. Cuando el viento entra en ti, te vacías por dentro.

Todo lo que te inculcaron de pequeño, eso con lo que alimentaron tu mente, se devuelve. Si descubres a tu ser interior todo cambia de color. Es el espíritu del viento, un estado mágico de bosques claros, senderos abiertos y olores sugerentes.Si no hay sendero, ha de hacerse. Faima tiene el suyo, es reciente y le lleva a un mundo de nieve lenta, que cae de los chopos que lindan con las praderas de Sedmas. Las praderas se extienden muchas leguas a lo lejos. Algunos le dicen que nadie pudo ir jamás de un extremo a otro. Oye con frecuencia leyendas sobre ello, pero ella intuye que son simples leyendas. Faima corre por su sendero atravesando las praderas con una sonrisa que sólo ella tiene. Atrás deja el bosque y pronto, tras un pequeño repecho, verá su casa. Una bocanada de aire fresco parece darle con más fuerza en la cara. ¡Uf! Ahora Faima camina. Su rostro se muestra tan relajado que es fácil descubrirle su secreto, al fin es feliz.
Para Faima la felicidad no es más que una brisa caprichosa, que se mueve en todas las direcciones, meciendo delicadamente las espigas y las margaritas.”

 

 

(“El sendero de Faima”, Marcial Zamorano)

 

 

Como Faima todos tenemos nuestro propio sendero, ese que vamos trazando sin darnos apenas cuenta pero que intuimos especial y maravilloso por la mera razón de que es ÚNICO, solamente nuestro y también porque, mientras lo vamos trazando con nuestro caminar o correr, nuestro sendero nos compensa con una mágica reciprocidad: él también nos va trazando a nosotros.

Nuestro sendero atraviesa bosques oscuros y espesos, pero también amplias praderas posibles de cruzar pese al murmullo de leyendas ajenas. Nuestro sendero escala montañas y se estremece victorioso al alcanzar cada cima, pero también surca valles y áridas llanuras de derrota. Nuestro sendero lo sabe, porque se sabe sendero, y es consciente de que todo sendero es merecedor y debe regalarse una historia propia.

 

“La autoestima tiene dos componentes relacionados entre sí.

Uno es la sensación de confianza frente a los desafíos de la vida:

 la eficacia personal.

El otro es la sensación de considerarse merecedor de felicidad: 

el respeto a uno mismo”

 (Nathaniel Branden)

 

La autoestima define nuestro caminar por el sendero, el concepto o idea que tenemos de nosotros mismos, entendiendo esta idea no sólo como la imagen real de lo que somos o creemos que somos, sino también imagen que los demás tienen de nosotros y nuestra imagen ideal (lo que queremos ser o llegar a ser).

 

·         Autoestimarse consiste en amarse a uno mismo con pasión ante las victorias y con fortaleza frente a las derrotas.

·         Autoestimarse es saber resurgir de las propias cenizas con una lección aprendida dentro del bolsillo.

·         Autoestimarse consiste en saberse merecedor de esa sencilla brisa fresca y caprichosa que llamamos “felicidad”, y  también en reconocerse responsable de cada sendero trazado o elegido y de cada decisión tomada, certeros o no.

·         Autoestimarse es respetarse, mantener la coherencia con uno mismo y la dignidad como baluartes ondeando al viento.

·         Y autoestimarse es además, por supuesto, ejercer una autoafirmación proyectiva, un patrocinio del valioso YO orientado siempre y por siempre a crecer en pos de la consecución de nuestros sueños.

 

 

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó:

 

 

 

¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias.

Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: “Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda”

(Jorge Bucay)

 

Las experiencias de la vida (el pasado, nuestros valles y montañas) construyen nuestra autoestima, y nuestra autoestima nos construye a nosotros mismos y a nuestras expectativas (futuro – Yo ideal). Tanto la persona que, a lo largo de sus experiencias vitales (familiares, escolares, etc) ha ido recogiendo refuerzos positivos desde sus decisiones o actuaciones, como aquella persona que ha sido capaz del convertir los desafíos de la vida en trampolín para superarse a sí misma, gozarán de confianza en sí mismas, de una sana autoestima que les capacitará para ir acercando, cada vez más, su imagen real a su imagen ideal objetivo de proyección.

 

 

Autoestima:

 

Presente

 Yo real

– Estima a mi mismo

– Respeto a mi mismo

-Coherencia conmigo mismo

Entonces:

Autoconfianza

– Confio en mi

– Creo en mi y en mis valores

Por lo tanto:

Futuro / Expectativas

Yo ideal

– Saber lo que quiero

– Elegir lo que quiero ser/hacer

– Proyección de mi mismo hacia…

Automotivación al logro

Vía | Sandra Cerro

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