El hecho de que tu corazón palpite y tus pulmones respiren te puede hacer pensar que estás vivo pero eso sólo indica que existes. Estar vivo transciende el mero hecho de existir. Existiendo ocupas un espacio físico y tu presencia se mide en intervalos de tiempo. Existiendo ocupas un tiempo y un espacio. Sin embargo, vivir va más allá de la ocupación y se refiere a aprovechar de modo consciente ese tiempo y espacio para avanzar en el sentido propuesto.
En este sentido toda vida no dirigida conscientemente no es una vida, ya que simplemente ocupa pero no aprovecha el tiempo y el espacio del que dispone. En este paradigma entra a colación hablar de esas personas que viven como zombies, insertas en un bucle de comportamiento, sin propósito conocido ni planteado. Entienden sus días como una repetición continuada de un patrón ya impuesto y que cuando cambia no es por voluntad propia. Son a todas luces hámsters corriendo en un rulo hacia un destino incierto que parece que jamás llega.
Este procedimiento vital arroja con total garantías una vida no vivida que termina por agotamiento del cuerpo físico e inutilización del cuerpo mental y emocional. No estar vivo ni muerte. Vivir sin aprovechar la vida de acuerdo a tu propósito no es vivir. Por tanto, no le llamamos vida sino existencia.
La dinámica de estar vivo (o no) detectada en tu familia
Todos procedemos de un legado donde nuestros ancestros han existido en lugar de haber vivido. Esa programación, por ende, nos llega a nosotros y la replicamos hasta que vemos su inefectividad. Esa ineficacia palpable es la oportunidad de salida hacia la modificación del procedimiento vital. No obstante, está lleno de trampas para disuadirte de esta tarea.
No me refiero aquí únicamente a los mecanismos de defensa del SC tratados anteriormente, sino a las trabas impuestas por el propio legado. En tu grupo familiar, si no está trabajado el origen y el papel de libertad de cada miembro del clan (algo que no trabaja el 99% de las familias) se esperan de tu una serie de obligaciones (actos obligados, que no realizas por voluntad) si deseas pertenecer a la familia. De no acatar ese protocolo eres discriminado, señalado, ninguneado y amonestado continuamente de todas las formas de las que dispone el patrón conductual del legado (ignorar, insultad, hacer el vacío, responsabilizar de lo malo acontecido, etc.).
A este respecto resulta clave que veas tu papel en esta tormenta perfecta, quien no encaja o quien no digiere la carga del mismo modo que otros. Generalmente los mejores digestores son aquellos que digieren todo (existen) y no aquellos que seleccionan qué llevarse a la boca (eligen y, por tanto, viven).
El rol del bebé de 80 años
Arrastrar transgeneracionalmente dinámicas de no estar vivo implica que en tu generación actual percibas paradojas. Una de las más abundantes y que, precisamente por esta razón, pasan desapercibidas es la del bebé de 80 años. Te explico este fenómeno en el siguiente podcast.
Conclusiones
Mira a tu legado como lo que es: un cúmulo de experiencias adquiridas que han influido sobre ti y sobre generaciones anteriores para continuar con una dinámica dominante. Una vez que veas la realidad de tu legado y detectar los aspectos que van en contra de tu propia vida, elige si renunciar a vivir o renunciar a existir. Elige ser una pieza más del puzzle de la mayoría o crear tú tu propia estructura.
De tomar la primera opción pasarás a formar parte del puzzle y serás uno más que actúa bajo la mentalidad colmena del clan y se paraliza por el miedo a la represalia. En caso de elegir la segunda opción aceptas tomar la píldora roja y ver la realidad con nuevos ojos. Es ahí donde empiezas a crear tu verdadera vida. Pasas de ser iluminador a arquitecto de tu vida. Diseñas la vida a tu medida en el grado en el que te conoces a ti mismo.