Según las investigadores Elena Hoicka y Merideth Gattis, los niños, desde los 19 meses de edad, pueden distinguir una broma de un error o equivocación. Esta habilidad subyace a la posterior capacidad de distinguir las mentiras y las falsedades.
Las investigadoras estudiaron a un grupo de niños de entre 19 y 36 meses. La tarea encomendada a los infantes era de la imitar las acciones de un investigador, acciones simples para un niño como revolver con una cuchara en una taza, o peinarse.
Luego los investigadores comenzaba a hacer acciones de broma (como ponerse una bota en la mano) o a cometer equivocaciones (como poner mal la tapa de un frasco). Mientras bromeaban los investigadores reían y cuando se equivocaban decían oops!
Todos los niños imitaron las bromas pero al copiar las equivocaciones las corrigieron, haciendo la acción en forma correcta, señal de que son capaces de distinguir entre una acción simulada para el juego de una equivocación involuntaria.
Habiendo llegado a estos resultados los investigadores probaron algo más complicado, realizando acciones que podían ser interpretadas tanto como bromas como equivocaciones, por ejemplo calarse el sombrero por debajo de los ojos, o cepillarse los dientes con la parte trasera del cepillo en lugar de las cerdas.
La mitad de las veces los investigadores reían y la otra mitad decían oops! en forma indistinta para cada acción realizada. De forma que para resolver la ambigüedad los niños sólo podían basarse en la parte vocal que acompañaba a la acción.
Aquí se hizo visible la diferencia según la franja etaria, la proporción de veces en que los niños de entre 19 y 24 meses copiaban o corregían no variaba de acuerda al oops o a la risa, es decir copian o corregían según su propia interpretación sin que tuviese relevancia la información vocal. Pero los niños de 25 meses en adelante copiaban más cuando había risa y corregían más cuando había oops, demostrando ser capaces de distinguir la intención del autor.
Reconocer un acto como broma o como juego es algo netamente simbólico que supone la capacidad de interpretar más allá de lo concreto de la acción.
Vía | DePsicología