¿Recuerdas tu última decepción? ¿Te acuerdas de cómo te lamentabas por haberte implicado con alguien que te decepcionó? “Ojala lo hubiera hecho pero no pude evitar enamorarme de él/ella”. Veías algo en esa persona que te atrapó.
Ese atrapamiento podría ser un apego, aunque no necesariamente. También podría ser algo maravilloso. ¿Qué marca la diferencia entre que eso te sume o te reste? Únicamente dónde pongas el foco. ¿Ves tu vida como algo que depende de lo que pase fuera o que se basa en lo que pasa en tu interior?
En la mayor parte de casos de apego, todo se debe a sentir que todo lo que necesitas está fuera, dejándote a ti mismo en segundo término. Ahí empieza el caos en tu vida, resultando complicado salir hasta que tienes un motivo de peso para hacerlo. El motivo de peso suele ser que ya has probado todo y nada ha funcionado así que recurres a la última opción: terapia centrada en ti mismo.
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Cuando no quiero evitar enamorarme porque disfruto siendo un enamoradizo
Habitualmente disfrutas siendo alguien enamoradizo. Es otra forma de ver el apego. Te apegas a muchas personas pero le llamas enamoradizo. Suena mejor. Pero es lo mismo. “Tú me vas a salvar la vida”. Me aferro a ti. Sale mal. Pasa otra pesona. “Creo que eres tú quien encajará conmigo”. Repites el proceso hasta que te hartas de mirar tanto a fuera.