Esta última semana hemos escuchado una noticia sorprendente sobre un niño de 5 años que parece que presenta una conducta agresiva hacia sus compañeros. Y a estas alturas, la palabra Bullying, ya no nos es desconocida pero realmente sabemos ¿qué es eso?
Bullying significa intimidación, y se refiere a la situación en que una persona se ve insultada, agredida físicamente, excluida o aislada socialmente, acosada o atemorizada de manera intencionada y repetitivamente, sin motivación evidente, por sus compañeros en el colegio.
Según el X Informe Cisneros un millón de estudiantes de entre 7 y 16 años (23%) sufre acoso escolar, cuando la media en otros países occidentales avanzados se sitúa entre el 5 y el 10%. Mientras que el Instituto de Evaluación y Asesoramiento Educativo (IDEA) indica que un 49% de los estudiantes dice ser insultado o criticado en el colegio, y un 13% confiesa haber pegado a sus compañeros.
Sinceramente, son datos alarmantes y preocupantes que nos deberían hacer reflexionar y pensar ¿qué esta pasando a nuestros adolescentes?
El Bullying se presenta con más frecuencia entre los estudiantes de 2º y 3º de ESO. Su objetivo es imponer el poder sobre otro, a través de amenazas, insultos, agresiones, vejaciones… haciendo que la autoestima, la seguridad y la capacidad de iniciativa disminuya en la víctima produciéndole a corto plazo trastornos de sueño y de alimentación, además de disminución en su rendimiento académico, en la mayoría de los casos, la víctima se caracteriza por ser de escasa altura, con déficits físicos o sensoriales o con algún rasgo peculiar físico o de personalidad, con diferencia étnica, de valores morales y actitudes con respecto al grupo escolar de referencia, presenta una baja autoestima, inseguridad e introversión. Por su parte el agresor se caracteriza por tener un mayor desarrollo físico, un pésimo rendimiento académico, una muy alta autoestima, y posiblemente tener un entorno familiar alterado, con patrones que combinan la falta de afecto y una excesiva permisibilidad parentales, con mayor incidencia de haber sufrido maltrato infantil.
La forma de practicar Bullying se presenta de manera diferente por lo que respecta al sexo, las niñas son más sutiles, lo hacen de una forma más indirecta, provocando aislamiento social mediante la exclusión y los rumores; mientras que los chicos realizan técnicas más directas tales como, pegar, amenazar, insultar…
Los lugares más frecuentes donde se producen estas agresiones son, el patio, los pasillos y las aulas.
Algunos indicadores para darnos cuenta de que algo esta pasando, debemos observar: nerviosismo, falta de apetito, conductas regresivas, problemas nocturnos (pesadillas, dificultad para conciliar el sueño), ansiedad y miedo a ir al colegio, absentismo escolar por somatizaciones, cambios bruscos en el rendimiento académico, aislamiento personal y social, y pérdida de la autoestima, con sentimientos de culpa.
Así pues es aconsejable que los padres se preocupen por sus hijos, creando un diálogo bidireccional, escuchando a los menores, sus preocupaciones, proyectos, interesándose por ¿qué hace? ¿con quién? ¿dónde van? Pero siempre sin dejar de poner normas y límites para que los adolescentes puedan seguir unas directrices aconsejadas por sus progenitores y de este modo, vean que sus mayores se preocupan, se interesan por ellos y son un modelo a seguir, al cual pueden recurrir y donde se sentirán arropados en caso de necesitar su ayuda.