Pasa el tiempo, transcurre la vida y te vas adaptando a ella. Este proceso adaptativo convierte tus heridas en sabiduría. Aprendes a partir de lo vivido. A veces, aprendes a partir de lo sufrido. Sea cual sea el camino, siempre aprendes.
Porque la vida está diseñada para que tú, día tras día, vayas evolucionando. Aparentemente eres el mismo pero en cada instante estás procesando todo lo que te rodea, encajándolo con tus creencias, verificando estas creencias con tu comportamiento y validando la efectividad de todo esto para ser feliz.
¿Alguna vez has visto a un bebé cuando le dan un juguete de encajar piezas? Nos embelesa ver cómo el bebé aprende a encajar el cuadrado en el hueco cuadrado y el triángulo en el espacio triangular. Eso mismo estás haciendo tú a cada instante con tu vida. Tratas de ver si lo que piensas encaja con lo que sucede en la vida. Si no encaja buscas otro hueco donde encajar tu creencia o cambias tu creencia. Así sucede continuamente.
¿En qué te beneficia este proceso?
Quieras o no, este proceso no se detiene. Así que mejor que lo asimiles lo antes posible. Ya que vas a estar viviendo a la vez que ese motor no deja de funcionar, resultaría inteligente por tu parte usar toda la energía que desprende para avanzar hacia tu objetivo.
Por desgracia, algunas personas eligen hacer como que ese motor no está funcionando. Se tapan los oídos (simbólicamente) y hacen como que la vida es ruidosa y no quieren saber nada de lo que les rodea. Se vuelven herméticos a modo de barrera de defensa. Tienen miedo a vivir porque no comprenden la vida. La gente tema lo que no entiende. ¿Para qué está ese motor ahí en medio? No lo sé ni me importa. Me da miedo saberlo. Me aíslo. Vida perdida.