Roles tóxicos: la interferencia

¿Alguna vez te ha pasado que estás viendo a alguien hacer algo de un modo que consideras incorrecto y te han dado ganas de ir irremediablemente a ayudarle a hacerlo bien? Tal vez vayas a echarle una mano con tu mejor intención pero no es una conducta que sea beneficiosa para esa persona por varios motivos:

– Estás asumiendo que su forma de hacer es totalmente incorrecta

– Considerasa tu criterio más válido que el suyo

– Manifiestas una total creencia en la nula capacidad de esa persona de llevar esa tarea hacia el éxito

– Estás presentándole a alguien que intenta algo tu creencia de que no es válido con lo cual corres el riesgo de que sea crea que no es capaz

– Estás propiciando el establecimiento de una dependencia de esa persona hacia ti.

– Directamente, estás insultando a esa persona porque con tu conducta dudas de su capacidad y de que sepa hacer las cosas bien.

Todos estos motivos se pueden resumir en uno solo: “Estás interfiriendo”.

La palabra interferencia no tiene un significado positivo asociado en ningún idioma. Quizás su acepción más utilizada sea en el ámbito doméstico cuando hablamos de las interferencias de un canal de televisión o de una emisora de radio, que impiden que podamos disfrutar de esos contenidos televisivos o radiofónicos que estamos queriendo saborear.

¿Quieres convertirte en esa interferencia molesta? Seguramente no. Entonces, ¿por qué interfieres?

La interferencia la produces probablemente en muchos contextos y en todos ellos buscas modificar un resultado para que sea de tu agrado.

Algunos ejemplos que veo habitualmente:

– La pareja que provoca que le llame la otra persona enviándole mensajes repetidamente a través de whatsApp o redes sociales diciendo que le encantaría que hablaran ahora, que no va a atosigar, que estará ahí siempre…

En este caso esta persona quiere tener un contacto con otra y lo oculta tras un manto de respeto y de “no voy a agobiarte” mientras que hace justamente lo contrario

– La madre que, estando de vacaciones, ordena a sus hijos dejar de jugar porque es la hora de su merienda

¿Por qué no dejar a esos hijos que disfruten de ser niños y que coman cuando tengan ganas? Dentro del contexto de las vacaciones, de la libertad de ese período estival, ¿por qué no dejarles que exploren y que actúen cuando deseen actuar, dentro de unas normas básicas siempre?

– El padre que, preocupado por su hijo que vive fuera, le llama varias veces al día cuando sabe que está libre.

¿De qué sirve vivir fuera e independiente si constantemente como padre estás haciendo chequeos de si está bien? ¿Hay forma más ruda de demostrar la desconfianza en que otra persona sea capaz de cuidarse por sí sola?

Ejemplos de interferencias hay muchos y variados, todos ellos adheridos a nuestro día a día. Podrás comprobarlo porque tanto tú como los tuyos interferís mutuamente sobre todo vuestro grupo.

La interferencia ha estado vestida de preocupación, de “te quiero tanto que por eso quiero saber de ti”, de “te necesito tanto que no quiero que te me escapes”, de desesperación, de amor… pero no deja de ser una interferencia.

Interfiero cuando quiero provocar un resultado que deseo.

– Si tras enviar muchos whatsApp me llama esa persona, sabré que la intereso porque me ha llamado. Desde luego no vale tanto el acto de llamar tras muchos mensajes que llamar simplemente porque esa persona se ha acordado de mí, pero yo lo “convalido” como un acto de amor espontáneao. ENGAÑO.

– Si mis hijos dejan de jugar a la hora de merendar yo me sentiré una buena madre. Para mí es mucho más importante que estén sanos físicamente a través del alimento que mentalmente a través del juego. Esta frase suena brutalmente desconsiderada y hará que los padres y madres que leen esto se rasguen las vestiduras pero es una sentencia que refleja el espíritu de dejar de jugar para merender. ¿Será mejor madre la que obligue a sus hijos a merendar siempre a la misma hora? No tiene sentido. Ser madre no es ser la suministradora de alimento, por tanto, centrar una maternidad en la ejecución de esta interferencia reflejo del poder y del cuidado (vestido de amor) es otro ENGAÑO.

– Si hablo cada día con mi hijo independizado, varias veces al día, y siempre cuando sé que podrá atenderme porque no estará ocupado, ¿realmente le estoy dejando que sea independiente? Si escojo llamarle cuando está con más personas en una situación social, ¿le dejo ser independiente? Es otro ENGAÑO porque intento estar ahí siempre que está en situaciones sociales con otras personas. Por miedo a que se olvide de mí estoy presente en esos momentos en los que hará nuevas amistades o hará cosas distintas, por tanto, estoy interfiriendo, soy un ancla que le retrotrae a su vida anterior a su independencia. Siento que me quiere y se acuerda de mí porque siempre me atiende y así sabe que me preocupe por él pero cada vez esas llamadas son menos satisfactorias y más rutinarias. Al final, se consigue convertir un acto de cariño en una obligación. ¿Alguien disfruta con las predecibles obligaciones? No. El disfrute implica deleite en la ejecución de algo y con este tipo de situaciones sólo queremos que pasen pronto. Por eso son tan habituales las llamadas todos los días a la misma hora muy rápidas. No hay nada que decir, es tan sólo un checking de que todo está en orden. ¿Alguien independiente necesita un revisor? No lo creo.

Intenta ver en tu vida la interferencia que te rodea y, sobre todo, la que tú provocas en tu entorno.

Te invito a que no interfieras. Deja que quien esté en tu vida sea porque quiere estar, porque viene, no porque tú le llamas, le pones en bandeja encontrarte y le guías hacia tu ubicación.

Trata de ver tu realidad como un viaje donde el premio está en el esfuerzo que haces por llegar a tu destino, de este modo, serás un destino que recompense a los viajeros que han decidido embarcarse en tu trayecto.

 

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