Primera unidad para niños autistas de Asturias

Repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma. O, también, síndrome infantil caracterizado por la incapacidad congénita de establecer contacto verbal y afectivo con las personas y por la necesidad de mantener absolutamente estable su entorno. Con ambas definiciones describe la Real Academia de la Lengua una dolencia que afecta a 1 de cada 150 personas y de la que no están claros ni origen ni tratamiento: el autismo.
Esta patología, famosa por películas como Rain Man -en la que Dustin Hoffman ofrece el cliché de autista que domina las cuentas y rompe la banca en los casinos-, o Mercury Rising -en la que Bruce Willis es un policía que resuelve un caso gracias al pequeño Simon, caricatura de un niño que habla en tercera persona: ‘Simón dice’, se mueve compulsivamente y odia que le toquen- tiene a Gijón como ciudad de referencia desde 1998.
En aquel momento, la Asociación de Padres de Autistas ‘Niños del Silencio’ (Adansi) desembarcaba en Asturias para abrir en La Calzada, en una casa de indianos frente al Club Natación Santa Olaya, el primer centro de diagnóstico y tratamiento de autismo de la región.
Doce años después, la casona en la que recibieron la primera atención específica a su problema diez asturianos adultos, con autismo nunca diagnosticado, es hoy un Centro de Apoyo a la Integración (CAI), con 17 usuarios, a la vez que está a punto de abrir su ampliación, un moderno edificio aledaño que ha costado 675.000 euros, en la que se pondrá en marcha la primera vivienda tutelada para autistas de la región. Todo con el apoyo del Principado, a través de diversas consejerías, del Ayuntamiento de Gijón e, incluso, del Hospital Central, cuya unidad de Neuropediatría le deriva casos.
Mientras llega el verano y la apertura de esa residencia, con capacidad para 15 personas «que serán adultas, aunque también habrá plazas para menores que necesiten alojamiento temporal» Adansi no ha parado su crecimiento. Desde hace dos meses ha abierto en el mismo barrio, pero en la calle de Los Andes, otro dispositivo pionero: una unidad infantil para autistas.

A la espera de la inauguración oficial y con las pareces recién pintadas y sin los cuadros colgados, el que fuera Centro de Atención Familiar del barrio se ha convertido en la cita semanal de 40 pequeños «que vienen a terapia, a clases de logopedia, porque el problema del autismo es la incomunicación. Cuando esa barrera se rompe, la evolución es impresionante».
Mónica Fernández, psicóloga, directora y pieza clave de Adansi desde su fundación en Gijón, reconoce que en estos años «hemos crecido mucho» y recuerda a aquellos primeros usuarios, de los que muchos aún siguen a diario en La Calzada, «que eran considerados casos perdidos y, muchos, agresivos. Pues hoy, están preparando las maletas, porque la semana que viene se van de vacaciones a Galicia».
Cuando la palabra no vale

No se trata de un milagro, sino del fruto de años de experiencia e investigación, «en una dolencia neurológica que provoca transtornos en el desarrollo y que se centra en problemas en la comunicación». En palabras de Mónica Fernández, «el autista no entiende el lenguaje convencional. No sabe porqué tiene que girar la cabeza si le llamas ni pedir agua, aunque sepa hablar».
Por ello, se buscan lenguajes alternativos «con dibujos, pictogramas, fotografías… que ellos identifican y saben que utilizándolas logran lo que quieren». La falta de comprensión del lenguaje oral es la clave, también, de otros clichés del autista «su obsesión por la rutina. Pero tenemos que pensar: si no comprendes lo que pasa a tu alrededor, es lógico que te alteres».
De nuevo vuelven los pictogramas, los dibujos y las fotografías, «para confeccionar calendarios, agendas. Con un vistazo, saben lo que va a ocurrir ese día y si, por ejemplo, estaba previsto ir a la piscina y no podrá ser, con cambiar la fotografía de sitio ellos ya lo comprenden. Puede no gustarles, pero saben cual será su rutina».
Pero el autismo no se resume en estos casos, sino también están las personas de alto rendimiento «muy inteligentes», a los que hay que enseñar «a comprender la comunicación». Unos y otros tienen hueco en la ciudad, punto de referencia para el autismo, «a la que llegan peticiones de toda España. Incluso tenemos familias de otras comunidades que veranean en Gijón, porque tenemos las aulas de verano, en el Colegio Santa Olaya. Para los padres es tan importante como para los niños autistas la atención. Y aquí la tienen». Los niños del silencio arman ruido en Gijón.

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