Valiente deriva de valor. Ser valiente significa ser valioso y, por consiguiente, saber que eres valioso/a. En ninguna parte de esta definición aparece que ser valiente sea levantar el aplauso de los demás al cometer un acto innecesario y/o imprudente.
Por desgracia la palabra valiente se asocia a actos innecesarios, imprudentes, situaciones de riesgo sin una lógica de necesidad tras ellas. De este marco cultural se deriva que se considere valiente al piloto de fórmula 1 que hace un adelantamiento imprudente con tal de conseguir la victoria jugándose la vida de paso y al futbolista que juega lesionado con tal de ayudar a su equipo.
El caso más controvertido considero que es el del torero. Valiente para unos. Torturador para otros. Quienes defienden la valentía del diestro (quizás por esto no me gusten los toros, ya que soy zurdo) ensalzan especialmente el coraje que hay que tener para colocarse de rodillas frente a un animal que puede matarte con un leve movimiento.
[Tweet “”Si no lo hago no pareceré valiente” es un posible pensamiento”]
Para mí eso no es valentía. En mi opinión, el torero que hace eso es un esclavo de su necesidad de demostrar valor. Esclavo de su público que espera que haga ese tipo de cosas y, si no las hiciera, explotaría en decepción contra él. El torero se muestra sometido al deseo del público y él decide actuar así para erigirse como ídolo en lugar de como fiasco.
El poder de las expectativas, las etiquetas adheridas, lo que cree que esperan de él… Muchos son los factores que interactúan en esta situación y un análisis simplista no haría más que sesgar una realidad multicultural que es cuanto menos controvertida y levanta ampollas por igual entre los seguidores del toreo y los detractores.
En el podcast te hablo de un modo más detallado sobre la valentía del torero en este ejemplo.