Desde niños nos hablan de tener pareja (“Cuando tengas hijos, cuando conozcas a un hombre que te quiera, cuando conozcas a una buena mujer…”) como una meta a alcanzar pero qué sucede cuando la alcanzamos. Te das cuenta de la realidad.
Tener pareja no es la panacea a ningún problema. Sin embargo, socialmente se nos presenta como un antídoto al hastío vital. “Si no tienes pareja algo malo tendrás” hemos escuchado o dicho todos en alguna ocasión.
Que la sociedad no es sana se ve en este tipo de clichés. Dar a la pareja ese componente sanador es un ejemplo del miedo a estar solos con nosotros mismos. En todo caso, la frase saludable habría sido: “Cuando conozcas a alguien que te haga tan feliz como te lo haces tú…”. Esa es para mí la verdadera definición de la pareja.
Pero esta definición no encuentra acomodo en la realidad. Nos emparejamos con personas que nos hacen la existencia agotadora, que nos desequilibran. Atraemos a nuestra vida vampiros/as emocionales que nos drenan. En definitiva, no creemos merecer nada mejor que cumplir con el requisito básico (tener pareja). Una muestra de cómo las creencias limitantes modelan nuestra vida y la de nuestro legado, porque estas creencias se transmiten. Las ha recibido de tu ascendencia y las transmitirás a tu descendencia, salvo que despiertes y envíes un mensaje sano donde tus hijos no se vean limitados por las instrucciones que reciban de ti al respecto de cómo tienen que ser, sentir, actuar…
No sé si tienes pareja y te has sentido solo o sola. No sé si la tienes actualmente y te preguntas por qué estás con él o con con ella. No sé si tienes pareja pero le engañas con personas que te dan lo que no te da tu relación. No sé cuál es tu situación pero sé que si has leído hasta aquí es porque esto te interesa. Para dar luz a este tema del que poca gente habla he publicado el siguiente podcast.
