Psicología Deportiva: las 3 derrotas seguidas de Miami Heat

Me despierto con la noticia de la tercera derrota consecutiva de Miami, en este caso en Denver, coincidiendo además con unos buenos números de “nuestro” Rudy Fernández. La tercera derrota consecutiva de Miami (frente a Warriors, Clippers y Nuggets) coincide con el final de su particular “semana horribilis” 2012 y, a tener del récord del equipo (8-4) podemos decir con argumentos en la mano que los Heat no son invencibles y que no tienen tan claro el camino para ganar el anillo o, como pregonó en su día LeBron “not one, not two, not three, not four, not five, not six, not seven…”

A mi entender, visto lo visto hasta el momento, el mayor punto a favor de Miami es su frescura física, con la que, al igual que Thunder, pueden ir con una marcha por encima del resto de equipos (esto mismo comentó Antoni Daimiel en el partido de anoche Bulls @ Celtics). No obstante, las lagunas son muchas: desde el punto de vista táctico, donde Spoelstra comienza a dejar claro que entre sus principales limitaciones está la de no saber hacer frene a la defensa en zona, hasta la conjunción de la plantilla, dando a entender en algunos momentos que el bloque es más competitivo sin alguna de sus estrellas que con el Big 3 al completo.

Superioridad aprendida

Son tan superiores físicamente que han aprendido a aniquilar partidos lo antes posible. Es habitual ver las imágenes de LeBron, Wade y Bosh en el banquillo mofándose de los rivales cuando el partido está finiquitado. En ese contexto, esa situación significa el pistoletazo de salida para que los jugadores suplentes den lo mejor de sí mismos sin miedo a que su actuación traiga consigo una derrota. Dicho de otro modo, el equipo ha aprendido a que el Big 3 gane los partidos antes del fin de los 48 minutos, por lo que tenerlos en el banquillo significa para los suplentes una situación de entreno televisado que suma a la hora de ganar confianza desde un segundo plano (jamás son las estrellas).

Este factor ayuda a que jugadores como Cole exploten sus cualidades y haga buenos números no sólo en los minutos en que el partido está decidido sino, progresivamente, también en minutos iniciales cuando le ha tocado jugar y confirmar sus virtudes. Un caso similar es el de Mario Chalmers, quien se destapó contra Nets con un partido digno de superestrella de la liga, cuando realmente no lo es. Sin embargo, volvemos al concepto que aquí desarrollo: la seguridad que les transmite el Big 3 les espolea para dar su mejor nivel.

Dicho esto, sería deducible que Miami fuera imbatible si tiene un Big 3 que sentencia rápidamente los encuentros y unos suplentes con mucha seguridad gracias a los 3 primeros. Nada más lejos de la realidad, no sólo a la vista de los resultados, sino porque hemos de tener en cuenta los desajustes que provoca en la dinámica del equipo las ausencias de jugadores clave y, sobre todo, su presencia aportando menos de lo esperado.

Este es el caso reciente de la baja de Wade. En los últimos 5 partidos DW ha estado presente en 3, saldados con derrota para los Heat. Si ampliamos más el dato estadístico, en las 4 derrotas de la temporada siempre ha estado Wade. ¿Señalamos a Wade como culpable? No. Sería injusto, sobre todo si no contemplamos el dato global más importante: las victorias, en la mayoría de las cuales ha participado el número 3 de Miami. Por tanto, ¿a dónde señalamos? La respuesta es al conjunto y, más concretamente, a los procesos psicológicos (dejando de lado la táctica aplicada por el entrenador, que también es determinante) que subyacen a estas dinámicas de derrotas con y sin una de tus estrellas.

Ausencias que benefician y vueltas que perjudican

La ausencia de Wade espoleó a Mario Chalmers en el partido frente a Nets. La cofianza de dirigir a un equipo prácticamente imbatible hasta ese momento (sólo 1 derrota) y tener enfrente a uno de los caramelos de la competición le llevó a alcanzar el mejor dato anotador de su carrera como profesional. Resulta éste el ejemplo más claro de que una ausencia puede ser una oportunidad para aprovechar por otro jugador (siendo el paradigma de esta expresión la explosión de Pau Gasol tras el “Rony Seikalygate”). Ahora bien, Chalmers no tiene realmente el nivel ni, fundamentalmente, los galones para dar ese rendimiento todas las noches que juegue. Por tanto, es entendible esta explosión anotadora como una brecha excepcional en un continuo cuya normalidad y rutina es un rendimiento bajo-moderado. Esto se traduce en que en el siguiente partido, frente a Warriors, Chalmers vuelve a sus guarimos habituales (12) y el estrellato lo ocupa el que debe (Wade, 34 puntos, tras perderse el anterior partido). Coincidiendo con esta circunstancia Miami pierde y el nuevo marco de trabajo en la mente de Chalmers es: “Juego “solo” y gano además de ser muy importante, juego con Wade y soy secundario y perdemos”. Este planteamiento supone un reajuste en su esquema mental y, sobre todo, una pérdida de confianza ganada la noche anterior.

¿Cuál es el problema de esta situación? Pues que has “anulado” a un jugador al alza como Chalmers en beneficio de Wade, por tanto, dependes de Wade mucho más que antes y has menguado la confianza y peso en el equipo de Chalmers, con lo que si en el siguiente partido vienen mal dadas, Chalmers no asumirá un rol importante porque los galones que ganó ante Nets los ha perdido en favor de Wade (y el resto del Big 3 frente a Warriors), por tanto, si tienes a Chalmers en pista en minutos decisivos realmente tu equipo tiene 4 jugadores porque él no sabe si puede asumir la toma de decisiones en ese momento. De ahí que en los minutos finales muchos compañeros del Big 3 sean meros pasadores del balón hacia ellos.

La carga mental de ser una estrella a partir del minuto 37 de partido

El hecho de tener muchas opciones facilita la premisa de delegar en otro, dificulta la asunción del rol de líder con estatus superior al resto y, por consiguiente, presiona en exceso por la comisión de errores en momentos clave. Por comparativa, si fallas un tiro decisivo, tendrás al menos a otro compañero que pensará “Si lo hubiera tirado yo la habría metido”.

¿Os habéis fijado en los paupérrimos porcentajes de acierto de Wade y LeBron en los últimos cuartos en las derrotas de su equipo? En algunos casos no llegaban al 20% de acierto pese a que intentaban bastantes tiros. Sin menospreciar al resto de equipos, hay que valorar la defensa que hagan sobre las 3 estrellas, ya que en esos momentos el ataque de Miami es más que predecible y saben a quién hay que parar para que no generen juego ofensivo. No obstante, resulta una carga pesada para un equipo acostumbrado a entrar en el último cuarto con sus estrellas descansando porque la victoria está asegurada el tener que luchar a falta de 5 minutos para el final por una victoria.

Realmente, Miami no tiene una referencia exitosa de este tipo de situaciones. Sin ir más lejos, atravesaron por un contexto similar en las últimas finales NBA frente a Mavs y terminaron haciendo el ridículo en los minutos decisivos. Este esquema mental resta confianza a un equipo al que, visto lo visto, sólo se le puede ganar llegando al final igualado con ellos. Son expertos en luchar 36 minutos pero si entras en el minutos 37 a la par en el marcador verás como su efectividad decae ante las embestidas rivales hasta rozar el ridículo a falta de escasos minutos para concluir el tiempo oficial.

En resumen, Miami Heat tiene todo para ser campeón de la NBA (físico, superestrellas, pocos cambios respecto al último año, más hambre de su Big 3 por demostrar que pueden ganar varios campeonatos) y también tienen todo lo necesario para fracasar estrepitosamente (poca resolución en los minutos finales, tres All Stars que luchan por dar espectáculo y humillar en los primeros compases pero que se estorban mutuamente en los minutos finales, un entrenador que no es un dechado de virtudes tácticas, una afición que demanda desde el año pasado un título).

¿Qué pesará más a final de temporada? No somos adivinos pero en unos meses lo comprobaremos.

Entrada patrocinada por: Pau Gasol y la indefensión aprendida

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