¿Te quieres?
A priori todos responderíamos un rotundo sí a esta pregunta pero, ¿realmente te quieres? Medirlo es fácil a través de los regalos que te haces en forma de tiempo libre, tiempo para ti, caprichos, cuidarte, promover una vida sana, atenderte… Todas estas formas de medir se traducen en algo tangible. No obstante, hay un indicador, tan importante como estos, más difícil de medir: la forma en la que te hablas.
Háblate como te gustaría que te hablaran
Vivimos en una sociedad en la que se premia la forma por delante del contenido. Por ejemplo, que no te guste un regalo pero digas educadamente y con toda la falsedad del mundo “Me encanta” está muy bien visto. Pese a que tu lenguaje no verbal deje claro que odias ese regalo está valorado como positivo el mentir en estos casos.
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Paradójicamente, nos han educado para hablar bien a los demás pero no para hablarnos bien a nosotros mismos. ¿Cuantas veces has visto en una película la siguiente escena?
Chico quiere tener una cita con la chica que le gusta. Se acerca a ella y empieza a hablarle. Es muy educado hablando pero se trastabilla y tartamudea. Después la chica rechaza amablemente su oferta. En cuanto se marcha la chica, él comienza a abofetearse y a decirse a sí mismo estúpido. Todo por no haber logrado lo que se proponía.
Está normalizado el automaltrato verbal. Está criminalizado el maltrato verbal a otras personas (algo con lo que estoy totalmente de acuerdo), no obstante, quien más daño puede hacernos a nosotros somos nosotros mismos. Cuidemos por tanto este aspecto. No nos enfoquemos en lo que los demás escuchen de nuestros labios sino en las frases que introducimos en nuestra mente y retumban en nuestro ser 24 horas al día.
De todo esto hablo en el podcast de esta semana. Puedes escucharlo a continuación.
