Hay ocasiones en las que enmascaramos nuestros miedos justificándolos en normas sociales.
Por ejemplo, evitamos ser justos con nosotros mismos callándo lo que pensamos realmente amparándonos en que lo socialmente correcto es decir lo que la otra persona quiere escuchar o, en su defecto, algo que no la hiera.
Si estás en un contexto en el que no tienes nada que perder pero sí mucho que ganar por el mero hecho de actuar/pensar/ejecutar libremente, ¿a qué esperas?